Venezuela. Guaidó huye a Estados Unidos. Miami, el último viaje de un proverbio muy deshonroso (A. Puccio)

Con la llegada de Juan Guaidó a Miami termina definitivamente la estrategia de «máxima presión» de Washington contra Caracas.
No es casualidad que su fuga se haya producido en paralelo a la conferencia internacional propuesta por el presidente Gustavo Petro, que se llevó a cabo en Bogotá.

Con una veintena de cancilleres -reconociendo a Guaidó como «presidente interino de Venezuela»- comprometiéndose a participar y no sabotear un evento que buscaba levantar el bloqueo financiero a Venezuela, la cumbre de Bogotá asestó el golpe final a la estrategia de máxima presión. En Venezuela, para lo cual el exdiputado fue el máximo exponente.
Cuando un periodista le preguntó por qué Guaidó abandonó Bogotá en suelo estadounidense, el canciller colombiano, Álvaro Leiva, fue categórico: «Porque a Estados Unidos le interesa que la ley de hoy sea completamente transparente y completamente exitosa».

Guaidó, que intentó revivir el espíritu del grupo de Lima, enfrentó un escenario completamente diferente en Petro Colombia: ninguno de los actores políticos que lo reconocieron como presidente simpatizó con su movimiento en Bogotá.

Lo que sucedió esta semana, ya sea en la conferencia o con la llegada de Guaidó a Miami, es el reconocimiento por parte de Occidente y sus aliados de la necesidad de abandonar la política de preguerra sobre Venezuela, que se adoptó en los últimos cinco años y que ocupó un área grande en Venezuela. Los medios de comunicación y sus discursos oficiales.

Por exagerado que parezca, la llegada de su abanderado a Miami representa para Washington una retirada como la de Afganistán en 2021. Esta vez sin violencia ni talibanes, aunque en un sentido similar: retirada de territorio incontrolable.

La caída definitiva de Guaidó, y sobre todo la forma en que se está produciendo, confirma el éxito de la estrategia del presidente Nicolás Maduro de no enfrentarlo directa e inmediatamente.

Sin ir a la cárcel ni al destierro, el opositor estaba hirviendo. En efecto, el gobierno venezolano —durante cuatro años durante los cuales fue reconocido como «presidente paralelo» por varios países aliados de Estados Unidos— le permitió transitar por el territorio. Guaidó se cocinaba a fuego lento en su propia salsa mientras la estrategia insurreccional que lo había derribado caía por su propio peso, y por la prolongación diaria de estas políticas.

Así, Guaidó, por voluntad propia, llegó primero a Colombia y luego a Miami. Esto da como resultado una imagen de abandono y derrota que no se puede atribuir a la opresión o la sumisión. Es una retirada, no táctica sino estratégica, que supone necesariamente la supresión de su imagen como señal política.
Su sola llegada, mal recibida por cualquier séquito oficial, ni por los senadores republicanos que tanto lo apoyaron, ni por la emigración venezolana de Florida, ni por su «embajador» o asesor, explica el fiasco que habita en su figura política y la muerte de Guaidó. icono. .

Lo que murió con su llegada a Miami es un símbolo de la derecha radical y de Trump. Por eso, María Corina Machado fue la primera en «celebrar su juego», porque fue su rival en la campaña de las primarias opositoras. De inmediato salió Machado, cuando no se sabía qué pasaba con Guaidó, para aseverar que el «símbolo» había caído y quedaba solo como un punto de referencia para los conservadores más extremos, tanto en el país como a nivel internacional.

Incluso la elección de Miami como puerto de destino no es casual. Allí (no en Washington) se arregló su aprendizaje. Ganar a los votantes en Florida era el objetivo central del expresidente Donald Trump cuando impulsó a Guaidó. No tenía otro objetivo que ganar ese importante estado del sur.

Guaidó llegó a Miami para terminar los ejercicios con los que se convirtió en un «líder global» cuando era poco más que un miembro desconocido del Congreso en su país. Y eso fue un alivio para todos los actores.

Por supuesto, el gobierno venezolano está feliz, porque con la desaparición de Guaidó termina un período de inestabilidad radical que ha tenido éxito político, pero a un costo financiero enorme.
La oposición está contenta, especialmente los excandidatos, que ya pueden enfocarse en avanzar en la senda electoral que Guaidó siempre ha sido fuente de distracción y soledad.

La administración de Joe Biden y la Unión Europea están felices, porque ya no tienen que caer en el campo minado que les dejó Trump y remover un obstáculo en sus relaciones con América Latina y sus nuevos gobiernos progresistas.
Sin embargo, todos se están quitando un peso de encima, y ​​por eso, el único consenso actual sobre Guaidó y su entorno es que es hora de abandonarlo como simulacro y volver a la política real.

¿Ha llegado el fin definitivo de Trump en Venezuela? Sabremos del desarrollo posterior de la Conferencia Internacional de Bogotá.

Andrea Puccio – www.occhisulmondo.info
(Osiel Ali López – RT)

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