Hacia una vacuna contra la gripe aviar. “Prevengamos una nueva pandemia”.

Una vacuna para prevenir la próxima epidemia. Las autoridades sanitarias europeas y americanas hablan de ello ante una amenaza que actualmente está bajo control, pero la experiencia del Covid-19 nos ha enseñado a vigilarla con mucha atención: la gripe aviar H5N1, que ya ha infectado a 58 granjas o más. Todos son dos personas, lo que demuestra su capacidad para dar un salto entre especies.
La vacuna de la que se habla en los círculos científicos y políticos sanitarios se administrará a trabajadores lecheros, veterinarios, técnicos de laboratorio y en general a todas las personas expuestas a una posible infección. Se habla de una producción inicial de 4,8 millones de dosis, como medida de precaución para evitar la aparición de una nueva pandemia. La primera empresa que podría responder rápidamente a la petición es la australiana CSL Seqirus, con sede en Melbourne, líder mundial en la producción de vacunas contra la gripe. El Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) considera que el riesgo de pandemia por el virus H5N1 sigue siendo bajo, pero añade que sigue manteniendo la situación bajo estricto control. También están en marcha negociaciones con otras empresas capaces de producir grandes cantidades de la vacuna, como GlaxoSmithKline, Pfizer y Moderna.
Lo preocupante ahora es la propagación de la infección en las granjas estadounidenses. Apenas dos semanas después del primero, el USDA lanzó un nuevo paquete de ayuda económica para ganaderos y productores lácteos que enfrentan la emergencia. Los nuevos incentivos representan incentivos para que las empresas agrícolas con ganado afectado por el virus, implementen protocolos de bioseguridad, compensen gastos veterinarios por exámenes preventivos y compensen la pérdida de ingresos por el menor consumo.
Este preocupante escenario está ejerciendo presión sobre la 77ª Asamblea de la Organización Mundial de la Salud, que reunirá a los ministros de salud de los 194 estados miembros en Ginebra a partir del 27 de mayo. El primer punto del orden del día de la Asamblea es concretamente el desarrollo de un nuevo plan global para afrontar la pandemia, que se viene negociando desde hace dos años, pero que, según admiten los propios negociadores, llega mucho más tarde de lo esperado. Hay varios puntos de discordia que aún deben resolverse, empezando por los contenidos en una carta enviada por 24 gobernadores republicanos al presidente estadounidense Joe Biden, advirtiendo de la posible transferencia de la soberanía sanitaria a la Organización Mundial de la Salud, cuyas iniciativas para limitar la La libertad y el dominio de la autoridad reguladora de los países individuales dan como resultado que el plan pandémico estipula que se asignen poderes al organismo de las Naciones Unidas conocido como “Monitoreo Global”. A estas reservas se suman las reservas de los países que exigen más solidaridad internacional y la imposición de más restricciones a los países ricos en comparación con los que tienen menos capacidades. Si bien el Director General de la OMS, Tedros Ghebreyesus, dice confiar en que la voluntad política para llegar a un acuerdo puede traducirse en la capacidad de identificar una manera de hacerlo, aún quedan muchas incógnitas en la prevención global de una nueva pandemia. Según admite la propia organización, el presupuesto de la OMS se sustenta con contribuciones de los Estados miembros que ascienden sólo al 17%, mientras que la parte restante depende de contribuciones voluntarias, impredecibles, sujetas a restricciones imaginables y proporcionadas por un pequeño número de donantes. Por eso Ghebreyesus presiona para que la parte cubierta por los fondos de los Estados miembros alcance al menos el 50% del presupuesto de la OMS: “Ninguna organización – afirmó en la apertura de la reunión – puede funcionar eficazmente cuando muchos de sus programas dependen de la mano de obra. presencia a boca”. El Director General de la Organización Mundial de la Salud es muy estricto respecto de las aparentes disparidades en el acceso a medicamentos y vacunas entre países ricos y en desarrollo, un fenómeno que constituye un “fracaso moral catastrófico”.

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