La presión no parece importarle al Bagnaia, sino que al español le ocurre todo lo contrario. Pero mientras MotoGP siga en manos de los españoles…
Desde su existencia, MotoGP ha sido el derbi de velocidad entre Italia y España. A partir de 2002 -aparte del fenómeno australiano Casey Stoner y los destellos solitarios del estadounidense Nicky Hayden y el francés Fabio Quartararo- sólo italianos y españoles figuran en el palmarés. Primero el italiano Valentino Rossi, luego Francesco Bagnaia. Ducati Italia, que superó a los gigantes de Japón, y Aprilia, que crece y se presenta como la segunda fuerza del campeonato mundial. Al frente de España está Jorge Lorenzo, Joan Mir y sobre todo Marc Márquez, el piloto de Honda que hasta 2019 hizo este fenómeno entre hazañas y hazañas. España, que no tiene grandes fabricantes, pero sí grandes patrocinadores. Empezando por Repsol que siempre ha apostado mucho por Márquez, el piloto que -junto a Lorenzo- hizo descubrir a los españoles el dulce sabor de la victoria ante la leyenda de Rossi. Con Sete Gibernau y Daniel Pedrosa están acostumbrados a perder siempre…
otra pelicula
–
Ayer vimos otra película comparada con aquellos duelos -a veces chapuceros pero siempre geniales- entre Mark y Vali. Tal vez porque Rossi todavía estaba en la pista o tal vez porque Márquez, que fue visto en acción en la primera carrera de la temporada en Portugal, no parece ni siquiera un pariente lejano de este campeón que nos cabreó pero solo puede admirarlo. La valentía y la clase con la que batió a sus contrincantes y los récords de Rossi. Lesiones, caídas y paros frecuentes lo llevaron de regreso, abajo, a otros niveles. Y así, la celebración de los primeros Campeonatos del Mundo, un ritual secular que no nos cansamos de celebrar, se arruinó a los pocos kilómetros. El marqués -el más titulado, el que debe predicar con el ejemplo- inventó una broma torpe. Y en la tercera vuelta hizo una tontería de aficionado, golpeando las motos y los cuerpos de sus oponentes: un clavado para Jorge Martín de Ducati y un clavado de Miguel Oliveira.
Italia y España
–
¿Y qué tiene que ver Italia y España en todo esto? no viene. Porque, tomando nota de la inmediata disculpa de Márquez, no se puede hacer la vista gorda: MotoGP sigue siendo un (bonito) juguete en manos de la española Dorna. Nos lo recordó con la ridícula sanción que le impusieron al campeón nacional Mark: dos largas vueltas en el próximo Gran Premio de Argentina. El incidente de Portimao termina con una palmadita, pero no resuelve el problema. Porque hasta el piloto de Honda salió dañado del accidente que él mismo se provocó. Ahora tendrá que lidiar con dos heridas más: una en su cuerpo y otra en su reputación. Sufrió una supuesta fractura en la mano derecha que, aunque lo ponga en duda para el Gran Premio de Argentina, seguramente sanará. Pero es la otra deformidad invisible la que nos preocupa y parece destinada a dejar huellas en una MotoGP cada vez más táctica donde la cabeza cuenta más que la muñeca.
pureza del pecado
–
Pecco Bagnaia lo sabe muy bien y lo demostró enseguida, comenzando la temporada tranquilamente como el más fuerte, con el número 1 en un carenado. Conduce sin preocupaciones de rendimiento, aprovechando el momento oportuno para atrapar a sus rivales, alejándose de ellos y convirtiéndose en una figura escurridiza. Convertirse en el hombre que lo golpea no lo agobia. De hecho, les da alas. Todo lo contrario de lo que le ocurre a Marc Márquez, prisionero de su pasado. Ganó ocho títulos mundiales y quizás nueve títulos rusos se convirtieron en su obsesión. Y así el piloto al que todos temen, que ha «pasado por alto los oídos de sus rivales», ahora en la pista empieza a generar otro tipo de miedo. Sin embargo, quienes lo rodean parecen resignados. Lo mismo que ayer estaba presente en las caras de desconcierto de los hombres en el box enmarcado de la Honda a los pocos segundos del accidente. El día 30, Márquez debe salir rápido, por sí mismo y por los demás y para mantener vivo el derbi de MotoGP.
© Reproducción Reservada