Votar en Polonia / El deseo de una Europa que guíe a los votantes

La votación polaca es una agradable sorpresa, pero al mismo tiempo una confirmación. La sorpresa surge del hecho de que nadie esperaba que el partido que gobernó Polonia durante ocho años con una postura autoritaria y antidemocrática, y que ejerce un liderazgo claro entre los países populistas y euroescépticos, quedaría en minoría frente a una coalición todavía en pie. fuerza. proceso de construcción.

La afirmación surge más bien del hecho de que cuando un país enfrenta la perspectiva concreta de secesión de Europa, el populismo pierde gran parte de su atractivo. En este caso, el cambio es de particular importancia porque Polonia, debido a su importancia demográfica, política y económica, ha sido hasta hoy el líder reconocido de los países euroescépticos, y la batalla electoral ha girado sobre todo en torno a los problemas europeos, y ha sido usado con violencia. Tiene sus raíces en la historia pasada, pero no logra explicar el mundo de hoy ni prepararlo para su futuro. Baste considerar el hecho de que la acusación más grave hecha por el Primer Ministro Kaczynski contra Tusk durante la campaña electoral fue la de ser un servidor de los alemanes.

Esto llega en un momento en el que la parte dominante del desarrollo polaco se debe precisamente a la estrecha asociación con Alemania, tanto como inversor como país receptor de la producción polaca. Un conflicto tan amargo y la magnitud de los riesgos movilizaron a los votantes en un país donde el gobierno controla estrictamente no sólo todas las agencias estatales, empezando por la justicia, sino también casi todos los medios de comunicación. Al final ganó el ex presidente del Consejo Europeo, el mismo que, desde el punto de vista del actual gobierno, es un símbolo de todos los males. El liderazgo antieuropeo está pasando ahora a manos del líder húngaro Orbán, que sin embargo representa una alternativa muy débil, también porque su aliado más cercano, el eslovaco Fiko, se vio obligado a formar un gobierno con un partido aliado que no comparte su antieuropeísmo. -Políticas europeas. -Europeo.

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Por supuesto, incluso para la coalición que ganó las elecciones polacas, la vida no será todo sol y rosas. En primer lugar, se enfrenta a la hostilidad de todas las estructuras públicas existentes, desde el gobernador del Banco Central hasta los más altos jueces, desde los directores del sector bancario hasta los directores del sector energético, e incluso el Presidente de la República. Quien, gracias a que su mandato no terminará hasta 2025, tiene poder de veto sobre muchas decisiones gubernamentales. Además, el problema de la armonía entre los partidos que salieron victoriosos no será menos fácil de resolver para el nuevo gobierno, porque el vínculo de hierro (que creo que es inextricable) entre ellos se forma principalmente por la oposición al gobierno existente.

Sin embargo, las posiciones sobre temas que fueron de gran importancia en la campaña electoral suelen ser contradictorias. Los dos partidos que apoyan el «programa civil» de Tusk en realidad apuntan a tradiciones políticas incompatibles, ya que uno tiene raíces liberales y el otro hereda una tendencia izquierdista. Además, algunas cuestiones que fueron muy destacadas en la campaña electoral, como la regulación del aborto y la política agrícola, todavía están en discusión y serán objeto de negociaciones largas y complejas, como siempre ocurre en los gobiernos de coalición. Por complicado que sea, en este caso la futura oposición estará dominada por un partido y dirigida por un líder que todavía tiene en sus manos los más importantes niveles de poder.

Sin embargo, es seguro que los resultados de las elecciones polacas no sólo tendrán consecuencias dentro de Polonia, sino que también tendrán un impacto significativo en las relaciones de coalición dentro de nuestro país. De hecho, está claro que con la votación del domingo pasado y el pobre desempeño del partido español Vox, la extrema derecha ya no es una alternativa europea potencial. Por lo tanto, se ha vuelto probable (o casi obvio) que las próximas elecciones europeas confirmen la supremacía de la llamada coalición “Úrsula”, basada en la cooperación continua entre populistas y socialistas.

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Presumiblemente, esta posibilidad facilitaría la elección del Presidente Meloni, porque el líder húngaro Orbán, que hasta ahora ha sido el aliado más cercano de nuestro principal partido gubernamental, sigue cada vez más aislado y ciertamente no puede representar un socio de referencia para la política italiana en Bruselas.
Así, el impulso hacia la “Ursolación” se vuelve mucho más fuerte incluso dentro del gobierno italiano, pero complica las distorsiones entre los distintos partidos de la coalición y dentro de los propios partidos, empezando por el Partido Demócrata de la Libertad y terminando con la Liga de Salvini y Giorgetti.

Pero una vez más, debemos reconocer que las políticas nacionales están, paso a paso, estrechamente vinculadas a la política europea, que es la única capaz de garantizar la importancia y la existencia misma de nuestros queridos países. Es bueno que este proceso necesario avance lo más rápido posible, a costa de dar la espalda a nuestro pasado. También porque es un pasado que no tiene posibilidad de regresar.

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En Il Messaggero

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