La Asociación de Espectadores Católicos pide a IART que suspenda inmediatamente la emisión del anuncio de Amica Chips porque «ofende la sensibilidad religiosa de millones de católicos devotos». Comienza la protesta contra el anuncio creado por la agencia del Grupo Lorenzo Marini para la popular marca de patatas fritas, con la gente frotándose las manos ante las primeras reacciones a esos 30 segundos protagonizados por unas monjas y un sacerdote. La escena se desarrolla en una iglesia, donde una monja no encuentra las hostias en el sagrario y lo compensa con un puñado de patatas fritas que llevaba consigo. Cuando el sacerdote comienza a ofrecer sacrificio a los iniciados alineados frente a él, el primero abre mucho los ojos después de escuchar un crujido inesperado.
Se trata de una comparación que el presidente de AIART, Giovanni Baggio, consideró “obscena” porque “menosprecia la comparación entre una patata frita y una partícula sagrada”. Por parte de la empresa, este anuncio sería «un doloroso intento de recuperarse recurriendo a la incredulidad». AIART denunció el comercial ante el Instituto de Autodisciplina Publicitaria, con miras a bloquearlo: “Es contrario a los artículos 1 y 10, Lealtad en la Comunicación, Creencias Morales, Civiles y Religiosas y Dignidad de la Persona, de la Autodisciplina . El código de comunicación empresarial – repite Baggio – es un indicador de sensibilidad social y de indiferencia moral que caracteriza no sólo el comportamiento de las empresas y de los anunciantes. Apelamos a la corrección política y cancelamos la cultura, pero sólo contra la religión cristiana (y sólo eso), ¿nos sentimos con derecho a cualquier desdén?
Lo que está haciendo la conocida empresa de patatas fritas es “una falta de respeto y de creatividad – añade Ayaert – y también una muestra de la incapacidad de hacer marketing sin recurrir a símbolos que nada tienen que ver con el consumo y el crujiente. Ofender los sentimientos religiosos de cualquier secta es un indicio de falta de respeto hacia los usuarios, su identidad cultural y moral y su dignidad como persona. Recibir aplausos de un público obediente y referencias blasfemas es un insulto para quienes anuncian, o afirman hacerlo. Para la serie “Mientras Hablamos de Él”
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