Hay muchas señales de que la «guerra secreta en Europa» de Rusia se está intensificando. Esto es lo que leemos en el semanario británico The Economist, que sigue algunos de los acontecimientos de las últimas semanas, empezando por el incendio de la fábrica Diehl Metallurgy en el suburbio berlinés de Lechterfelde. La planta almacenaba ácido sulfúrico y cianuro de cobre, dos sustancias químicas que pueden combinarse peligrosamente en caso de incendio. Aunque la policía aún no se ha pronunciado explícitamente sobre un acto de sabotaje, han surgido algunas sospechas debido a que la empresa matriz de Diehl produce el sistema de defensa aérea Iris-t, con el que Ucrania se defiende de los misiles rusos. En abril, The Economist informa que presuntos saboteadores prorrusos fueron arrestados en todo el continente.
En Alemania, donde se sospecha que dos ciudadanos con doble nacionalidad alemana y rusa planean ataques contra instalaciones militares estadounidenses y otros objetivos en nombre de la agencia de inteligencia militar rusa GRU; en Polonia, donde un hombre aparentemente estaba a punto de pasar información a la inteligencia militar rusa sobre el aeropuerto de Rzeszow, el principal centro de entrega de ayuda militar a Ucrania; En el Reino Unido, donde varios hombres fueron acusados de iniciar un ataque incendiario contra una empresa de logística de propiedad ucraniana en Londres. Además, en los países bálticos se han formulado acusaciones directas contra los servicios de inteligencia rusos que supuestamente utilizaron intermediarios para atacar propiedades y desfigurar monumentos. Aunque estas acciones no son nuevas, según algunas fuentes europeas del semanario británico, la inteligencia militar rusa ha recibido el mandato -y se ha inyectado financiación- para llevar a cabo lo que Rusia llama «medidas activas».
Además, el 2 de mayo la OTAN publicó una declaración describiendo estos incidentes como “parte de una campaña de actividad intensificada” que incluye “sabotaje, actos de violencia, interferencia informática y electrónica, campañas de desinformación y otras operaciones híbridas”. Según The Economist, las operaciones cibernéticas rusas también se han vuelto más audaces. Un informe publicado en abril pasado por la división de ciberseguridad Mandiant, propiedad de Google, encontró que grupos de piratas informáticos con aparentes vínculos con el GRU se habían jactado de manera creíble de manipular los sistemas de control de las empresas de agua en Estados Unidos y Polonia y de lo que los piratas informáticos creían que era información hidroeléctrica. Fábrica en Francia. Según algunos expertos, tales actos de sabotaje pretenden «poner nerviosa a Europa e inspirar cautela a través del miedo», aunque hay muchos que temen que estos hechos sean sólo el preludio de una agresión más grave. «Lo más preocupante es que estos patrones de comportamiento son consistentes con las expectativas sobre lo que Rusia intentará hacer antes de un conflicto abierto con la OTAN», dijo Keir Giles, analista del grupo de expertos Chatham House, con sede en Londres.