Ucrania tiene misiles de largo alcance. Ahora era posible responder al llamamiento de Volodymyr Zelensky, que no había sido escuchado durante años, y Estados Unidos, a principios de abril, debía enviar un número no especificado de misiles ATKAM a Kiev. Misiles balísticos con un alcance de más de 300 kilómetros -una versión mejorada del ya lanzado el pasado otoño que puede alcanzar objetivos a una distancia máxima de 160 kilómetros- que, según los analistas, cambiarán el escenario en el frente. Un enfoque diferente para el ejército ucraniano que, gracias a los nuevos misiles Atakum, puede proporcionar una mayor cobertura a sus hombres y poner una aguja en las ruedas de la maquinaria de guerra de Vladimir Putin. Como relató Marta Serafini en Il Corriere della Sera, la primera palabra que utilizó Estados Unidos al anunciar el envío de misiles de largo alcance a Zelensky fue precaución.
La razón es doble. Primero, el secretismo que rodea la noticia de la transmisión de ATAX. El coronel Jaron Garn, el portavoz del Pentágono que anunció la llegada de las armas a Kiev, destacó cómo se mantuvo el secreto porque «queríamos mantener la seguridad operativa de Ucrania, como nos pidieron que hiciéramos». Luego, lo que tiene que ver con el número de transportistas enviados: nadie sabe cuántos son. Lo cierto es que, según el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan, Washington tiene la intención de enviar más. Precaución también para los rusos. Con los misiles Atakum, los ucranianos tendrán la capacidad de atacar más profundamente las bases, instalaciones de almacenamiento y centros logísticos de Moscú. Sin embargo, el Kremlin restó importancia al impacto de los nuevos suministros en el conflicto. Discurso de Dmitry Peskov, que calmó el entusiasmo de Kiev diciendo: «Alcanzaremos nuestro objetivo, pero esto causará más problemas a la propia Ucrania».
Sin embargo, los misiles de largo alcance, según los analistas, podrían incitar a Putin y sus hombres a revisar sus planes de guerra. Especialmente para el este de Ucrania, donde Moscú lleva semanas presionando y ganando terreno. Una zona, la región de Járkov, que es vital para los futuros programas del Kremlin y que será el objetivo de un ataque que Rusia podría lanzar entre finales de primavera y principios de verano. Los nuevos misiles Atakum ya han resultado decisivos con sus primeros éxitos sobre el terreno: la semana pasada, los ucranianos atacaron un aeródromo ruso en la Crimea ocupada; El martes pasado, un ataque con misiles de largo alcance alcanzó a las fuerzas rusas en la ciudad ocupada de Berdyansk en el Mar de Azov.